domingo, 30 de noviembre de 2008

Luis Antonio de Villena: Biblioteca de clásicos para uso de modernos



Una de las muchas razones de este libro es protestar contra esa desaparición del humanismo grecolatino, mostrando a la vez, en un diccionario muy personal, mi pasión por ese mundo y muchos de sus autores, intentando ver (y no es difícil) lo que aún tienen de nuevo, y de materia espléndida para construir el futuro más libre y más hedonista. Para hacer este libro, invitador y que se busca ameno, he utilizado múltiples ayudas y muchos libros, bastantes citados al azar de cada entrada, pero hay otros más que no cito, porque este es un libro de gusto erudito, pero no académico. El autor, ferviente neopagano, se sentirá satisfecho si esta Biblioteca de clásicos para usos modernos atrae a nuevos lectores a un mundo fascinante, desde el principio al fin. Sin los griegos y los romanos antiguos seríamos muy otra cosa de lo que somos. Más pobre, sin duda. Afirma Petronio: “Animus qoud perdidit optat”. O sea: “El espíritu desea lo que ha perdido”. Ojala sea así.

Estas son las palabras con las que el propio autor presenta su nuevo ensayo. Por el momento, es la información de que disponemos, recogida de su página web.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Ancora, BSO de Dido y Eneas


(Ancora, De Crescenzo)
Una canción sobre el desamor, Ancora, nos sirve para ambientar la trágica historia de Dido, también despechada y que padece de insomnio (P. Vergilii, Aeneidos, Liber IV, 529-552):
At non infelix animi Phoenissa, neque unquam
soluitur in somnos, oculisue aut pectore noctem
accipit; ingeminant curae rursusque resurgens
saeuit amor, magnoque irarum fluctuat aestu.
La traición a la palabra dada es el reproche de Dido a Eneas, Ovidio, Heroidas, VII, 19-20, reconociéndose como modelo de mujer engañada:
Alter amor tibi et extat habendus et altera Dido
quamque iterum fallas, altera danda fides.
En el siguiente enlace, obtendréis información precisa y preciosa sobre diversos aspectos de la historia. Pero lo más interesante son las imáginenes de un mosaico romano de Britannia, en el que se narra, en cinco escenas distintas, los principales acontecimientos del libro IV de la Eneida: llegada de Eneas y los suyos a Cartago; Eneas, Ascanio, Venus y Dido; la cacería; el encuentro amoroso; el trágico desenlace de la muerte de Dido (representado por una antorcha apuntando hacia el suelo)... Realmente merece la pena la visita al blog de Lingua Latina Per Se Illustrata.
Por último, un fragmento de otra canción de desamor, en este caso de un grupo español, titulada Llegaste hasta mí:
LLegaste hasta mí, llegaste buscándome
llegaste hasta mí dejando todo por mí
no pensaste en nada, sólo en nosotros dos
la gente hablaba de nuestro amor.
Tiempos de locos, todo nos daba igual
amores a todas horas, amor sin final.
Te marchaste lejos todo se acabó
me dejaste sólo, sólo sin tu amor.
Pasa el tiempo y lo paso fatal,
nada importa todo da igual,
robaste mis sueños me robaste mí
muero por que tú no mueres por mí
robaste mis sueños me robaste mí
muero por que tú no mueres por mí.
Sin duda alguna, Elisa (Dido) podría haber pensado estas mismas palabras de la canción de Los Suaves al ver partir a Eneas.


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Economía y democracia:Tiranía, Solón, Clístenes, Democracia



A lo largo del primer trimestre, con los alumnos de Griego II, hemos estudiado diferentes regímenes políticos. Nos hemos centrado en un texto traducido de Heródoto, para comprender el establecimiento de un régimen en Atenas, en el que el pueblo es el principal protagonista. En concreto, Heródoto, Historias, III, 80, donde se encuentra uno de los primeros debates constitucionales de Occidente.
Heródoto reconstruye un debate imaginario entre distintos partidarios a instaurar diferentes regímenes políticos en Persia. Otanes, Megabizo y Darío defienden, respectivamente, la democracia, la oligarquía y la monarquía como el óptimo para su país.
Al revisar el original, escuchamos los argumentos del defensor de la democracia, Otanes: en primer lugar, un pueblo que gobierna tiene el nombre más hermoso de todos, isonomía; en segundo lugar, el monarca no hace ninguna de esas cosas: establece los cargos por sorteo, ostenta un poder supervisado y todas las decisiones las lleva a la comunidad. Defiendo la opinión de que nosotros rechazamos la monarquía y exaltamos el pueblo: pues todo radica en la mayoría. (Heródoto, Historias, III, 80).
Isonomía lo podríamos traducir como “igualdad ante la ley”. Esta igualdad de derechos, de deberes, se ejemplifica en tres aspectos, totalmente opuestos al poder ejercido en solitario y que son la base del sistema democrático que defiende Otanes: los cargos –municipales, judiciales, económicos…- se establecen por sorteo; esos cargos son susceptibles de supervisión; las decisiones se toman por mayoría.
Me parece interesante reflexionar sobre lo que se ha denominado la reforma hoplítica, o sea, el nacimiento de un sentimiento de igualdad, de necesidad del igual, puesto que la formación de ataque que adoptaba la infantería pesada ateniense implicaba que la vida de cada hoplita dependía del escudo de quien tenía colocado a su derecha, que protegía su costado.
Es precisamente la asunción de un papel igual en la defensa de la ciudad, la asunción de una tarea en términos de igualdad real de peligro y de compañerismo, lo que propicia la defensa de la corresponsabilidad en el gobierno de los asuntos de la polis.
La democracia ateniense se sustenta en el equilibrio entre el reparto aleatorio de ciertos cargos, la designación por elección de otros, el carácter anual de estas designaciones, el equilibrio también con el poder aristocrático encarnado principalmente en el Areópago (consejo de ex-arcontes) y el recurso al ostracismo (destierro político) para alejar a aquellos ciudadanos que comenten excesos en su cargo.

Reflexionemos sobre nuestra experiencia como “Estado democrático”: listas cerradas, sistema piramidal en los partidos políticos, ausencia de separación de poderes, cuasi monopolio de los poderes fácticos, ausencia de control judicial sobre los gobernantes,…
Todo ello nos retrotrae a un sistema oligárquico, en el que el demos (el conjunto de los ciudadanos) no ejerce ni influye en el desempeño real del poder legislativo, ni ejecutivo, ni judicial.
El incipiente poder económico ateniense estaba representado en las clases aristocráticas que influían en la toma de decisiones derivada de su influencia en los distintos cargos asumidos y en las decisiones adoptadas por el Areópago.
El problema actual es que la clase oligárquica no es nacional, sino que se sustrae a toda norma estatal. Estamos asistiendo a la claudicación del poder político no democrático en las oligarquías económicas supranacionales.
¿Quién ha autorizado a nuestro presidente de Gobierno a comprometer 25 billones de las antiguas pesetas para reflotar los excesos de entidades financieras privadas?
¿Es representativo, en términos democráticos, que el jefe del Estado, el presidente del Gobierno y el Ministro de Exteriores, defiendan públicamente el gasto de 20 millones de euros en una obra artística cuando son centenas de miles los ciudadanos que han perdido el empleo y están abocados a una situación económica desesperada?
¿Estamos los ciudadanos de cada país, hombro con hombro como los hoplitas, contribuyendo al bien común o sólo al de una casta supranacional financiera que estrangula a los gobiernos oligárquicos?
¿Podemos soportar con nuestras penurias el despilfarro de las élites, instaladas en un sistema no democrático? ¿Habrá algún Solón que nos libere de nuestras deudas y esclavitud, instaurando un nuevo régimen?
Sesudos economistas ya hablan de la quiebra en la confianza como causa del desplome de las distintas bolsas internacionales.

Creo que esa desconfianza, efectivamente, se nutre de la ausencia de una democracia real, de participación y corresponsabilidad de los ciudadanos en la toma de decisiones, al modo ateniense del siglo V.